LA AMANITA MACROLEPIOTA (Y OTROS DESATINOS)
Era una preciosa mañana de otoño. Como tantas otras veces, habíamos planeado hacer una excursión micológica y elegimos ir a un paraje ciertamente hermoso de Babia
¿o era Laciana? eso da igual es algo que sucede a menudo y en cuanquier lugar.
Todo discurría dentro de la normalidad, hasta que divisé a dos personas: una mayor y otra joven, supuestamente padre e hijo. Iban vestidos a modo militar con trajes de camuflaje y botas de campaña, pero lo que más me llamó la atención fue que el mayor de ellos llevaba un bastón y que uno de sus extremos terminaba en forma de hoz e iba cortando las setas con él.
Como quiera que me “picó” la curiosidad, seguí observándolo. Pude ver que estaba haciendo una verdadera “carnicería” con todas las setas que se encontraba en su camino: Suillus, Lepistas, etc. Parecía que sólo estaba recolectando Lactarius, y todo lo que no era de esta especie, bien lo cortaba y le daba luego una patada, bien le daba la patada directamente, dejando tras de sí un espectáculo verdaderamente deplorable y lamentable.
En un determinado momento, se quedó observando una Macrolepiota esplendorosa, de una blancura, tamaño, porte, estado y belleza realmente espectacular. Como se encontraba tan sólo a unos metros de mí, es por lo que me atreví a acercarme y exclamé: “¡Vaya Macrolepiota!”. Directamente y sin dirigirme la palabra, cogió la punta del bastón y cortó la Macrolepiota por la mitad, la dejó tirada en el suelo, la pateó y dijo: “Si, es una Amanita Macrolepiota: de las malas”. Se dio media vuelta y siguió con sus nada aconsejables ni respetuosos menesteres.
Ahora, cuando recuerdo la situación, como entonces me ocurrió, todavía me sigo quedando estupefacto. Indignado de saber que pueda haber “personas” que actúen así: sin ningún tipo de escrúpulos ni de respeto hacia el medio natural que nos rodea y envuelve a todos los seres que poblamos este bello planeta llamado Tierra. ¿Qué podía hacer en esos momentos? ¿Cómo decirle que su forma de proceder no era la adecuada ni la correcta? Un sinfín de cosas me pasaron por la mente durante breves instantes y ninguna de ellas agradable para el personaje en cuestión. Lo que sí se es que si yo hubiera ido a su casa y hubiera pisoteado las flores de su jardín (si es que lo tiene), no le hubiera gustado nada pero, ¡claro!, como estaba en el monte y no había nada de su propiedad, él sí que se podía permitir el lujo de machacar todo aquello que veía y que no le gustaba, o no era de su agrado, sin pensar en el daño que estaba ocasionando.
¿Qué medidas de tipo legal se podrían tomar para combatir e impedir este tipo de actuaciones tan funestas para nuestro entorno? Teniendo claro, además, de que quien hace esto con las setas también lo puede hacer con los árboles, con los anímales, etc, infringiendo un daño, a veces irreparable, al ecosistema que nos rodea. En la naturaleza, todos necesitamos de todos para mantener ese preciado equilibrio pero que, desgraciadamente, viene dado a romperse casi de forma sistemática y progresiva si no somos capaces de tomarnos el asunto en serio cuanto antes.
En cuanto a nuestra afición micológica: ¿cuántas veces no se ha dicho que cuando vayamos a buscar o recoger setas no hay que rastrillar ni remover la capa vegetal o la tierra dados los perjuicios que se hacen a éstas en particular y al entorno en general? ¿Cuántas veces no se ha dicho, también, que no hay que “patear” las setas que no conocemos o no recogemos, pues pueden interesar a otras personas y también son vitales y esenciales para el entorno, al hacer que puedan seguir saliendo y beneficiándose de forma mutua con su habitat? ¿Cuántas veces no nos han recordado que los ejemplares viejos no hay que recolectarlos, que debemos dejarlos porque son útiles en su entorno? Tantas y tantas recomendaciones que las más de las veces caen en “saco roto”, lo que hace que el entorno se vaya degenerando y degradando lastimosamente.
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